La primera brisa,
la sombra apenas insinuada,
la luz tímida,
un rumor lejano,
un pájaro en la alta rama.
El día despunta,
la memoria insiste
y tu imagen clara penetra
victoriosa
en mis sentidos.
El tiempo se puebla
con las letras de tu nombre.
Entonces tu alegría
germina en mis venas
y el cielo gris,
cargado, queda vencido.
Todo se vuelve
signo de tu presencia:
las últimas hojas del otoño
ya remoto, ausente,
la húmeda tierra,
la prisa del transeúnte
y todas la cosas
que fecundan al día.
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