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jueves, 19 de septiembre de 2013

Réplica a Lara Martínez

Tengo enfrente una entrevista que ha dado Rafael Lara Martínez a Carlos Chávez y publicada en La Prensa Gráfica el 15 de septiembre de 2013, para consultarla hagan clic aquí. Al entrevistado lo conocí en París, hablé con él dos o tres veces, una de nuestras conversaciones fue larga, en la que pude constatar, que aunque se me presentó como lingüista, sus conocimientos eran rudimentarios o nulos. Traté, cuestionándolo, de enterarme a qué corriente pertenecía, pero no supo dar pie con bola. Insistí quien sabe por qué y terminó enfadado diciéndome que yo era teórico y que él era práctico. Lo que no dejó de provocarme risa franca y a carcajadas. No fuimos amigos, pero tampoco enemigos. Tuvimos luego otra conversación que terminó casi igual, pues le pregunté a él y a otro amigo su opinión sobre la frase que se le atribuye a Engels de que “el trabajo hizo al hombre”. Ambos me respondieron que era cierta y exacta. Traté de decirles que esa frase no era exacta y no era verdadera y que además no era de Engels. Pero no pude, pues después de que Rafael me dijo, “a vos te gusta complicar siempre las cosas”, decidí muy diplomáticamente cambiar de tema. Cuento esto sólo para que no haya malentendidos. No soy ni amigo, ni enemigo de Rafael Lara Martínez.

Paso a la entretenidísima entrevista, empieza mal, con un error de gramática elemental. No sé si le es atribuible a Lara Martínez o si el entrevistador fue el de la pifia. Aunque Carlos Chávez advierte que la entrevista se hizo por correo electrónico. Las respuestas fueron escritas, el error pertenece con mucha probabilidad al entrevistado. Rafael Lara Martínez dice: “Yo no hago lingüística, aunque lo estudié”.  Me salta a la vista, ese inverosímil “lo”, pronombre masculino para un substantivo femenino. Espero solo que esta riña con el género sea explicable por lo que tenía en mente. El final de la respuesta es de otro calibre, no se trata de un error, sino que de una estupenda tontería, ¿cómo una persona se atreve a afirmar que “muy poca gente conoce esa palabra”? Se refiere a hermenéutica. Me resulta muy pedantona esa afirmación, un tantito insultante también para nuestra inteligencia.

Pero antes de llegar al tema de su hermenéutica, de su lectura de textos, voy a referirme a algo que por absurdo habla de la poca seriedad de Rafael Lara Martínez, de la poca consistencia de lo que afirma. Cito de nuevo: “Fíjese, ¿quién es el poderoso? ¡Es el soberano! Eso viene del latín: el soberano, sober-ano: el que está sobre el ano. ¿Quién es el sometido entonces? El culero”. En la Sorbona no le enseñaron a producir semejantes bestialidades. A esto los lingüistas le llaman “etimología popular o vulgar”. El adjetivo “soperanus” es del bajo medioevo, que viene a suplantar a “superus ” y cuya significación primera nada tiene que ver con el dominio de nadie, sino que significa “lo que es alto, extremado y singular”. El Diccionario de Autoridades de 1739 nos da este ejemplo: “Mira la nobleza, y antigüedad de su casa… la altitud, y inefable gracia, la soberana hermosura” (Calisto y Melibea). Pues “ano” en soberano es simplemente un sufijo y nada tiene que ver con el orificio anal. Es el mismo sufijo que encontramos en palabras como lejano, zutano, artesano, etc. Para alguien que se asume como soberano maestro, que nos explica el significado de hermenéutica que pocos conocen, venirnos con semejantes tonterías que liga a la concepción de poder en la antigua Roma y a la potestad que tenían los amos sobre sus esclavos es cometer anacronismos infantiles.

Es apenas en el siglo XVI que las palabras soberano y soberanía comienzan a conceptualizarse y poco a poco el significado actual se va a ir convirtiendo en el principal. Esta significación pasa a ser la primera apenas en el Diccionario académico de 1884, los diccionarios tardan en acoger los nuevos significados, pero podemos suponer que ya era corriente en el siglo XVII. Pero de allí edificar sobre la base de una falsa etimología toda una teoría antropológica y construir hipótesis sobre la mentalidad del salvadoreño me resulta torpe, abusivo y muestra de mucha ignorancia de la ciencia de la que se declara practicante.

La “lectura” que hace Rafael Lara Martínez de las frases de Ambrogi y de Lindo son sintomáticas y lo que afirma de las pinturas de José Mejía Vides es un proceso de intención. Lara Martínez  en su anhelo denunciatorio de la violencia machista de los salvadoreños se va por una senda muy estrecha. En esto afirma cosas justas, como que las mentalidades evolucionan lentamente, que la dominación masculina sobre la sociedad pesa en las relaciones entre las personas. Todo eso es cierto. No obstante querer darle como centro a esa violencia el carácter sexuado de los seres humanos es una aberración, pues este carácter sexuado es permanente, podríamos decir que se trata de una invariable universal. Sin embargo las relaciones entre hombres y mujeres se rigen por instituciones histórico-sociales que van cambiando en el curso del tiempo. Estas instituciones son algunas estatales, otras son societales y distintas —incluso dentro de la misma sociedad, en la misma época— en los diferentes estratos o clases sociales.

Lara Martínez tal vez no ignora esto, no obstante en su lectura y opiniones se erige en juez y no en científico. Para ser exacto se erige en inquisidor. El autor es identificado al personaje, como lo hacía la Inquisición y los tribunales totalitarios del siglo pasado. La frase que cita de Lindo es patente que allí resulta una protesta contra el estado de cosas mismas que describe: “Que todo pasare entre luchas y jadeos, sin palabras, en esa forma violenta de copular en que deben ocurrir las cosas, donde los hombres que no asaltan brutalmente a una mujer son afeminados”. Pero esta frase se puede aplicar a la cinematografía del siglo pasado e incluso presente hasta ahora. Abundan las escenas en las películas en que las mujeres ceden a la brutalidad masculina y que sucumben incluso enamoradas a esa bestialidad. ¿Cuántas mujeres ceden sus cuerpos sin tribulaciones a un par de bofetadas en las películas estadounidenses, europeas, mexicanas, etc.? Esto es así. Y lo dice el poeta Lindo en su frase como un mal que reina como un soberano en la sociedad.


Lo que dice Lara Martínez de las pinturas de José Mejía Vides y su acusación de racismo es meramente ridículo. El desnudo femenino es antiguo, es un género. En Grecia y Roma cohabitan el desnudo femenino y masculino, de alguna manera subsiste en la pintura sacra medieval y vuelve a aparecer en el Renacimiento. Pero el desnudo masculino se vuelve esporádico, menos corriente. Pero para Lara Martínez pintar un desnudo en el que la mujer es una india es ser racista. Entonces hay que sacar a lo indígena como tema nuestro en el arte, en cualquier arte. Adjudicarle al pintor José Mejía Vides intenciones racistas por sus desnudos con modelos indígenas es simplemente inquisitorial. 

viernes, 19 de julio de 2013

Pandoravirus (descubrimiento)


Virus tan grandes que podrían constituir por sí solos una nueva forma de vida. Los estudiosos franceses que están al inicio de este descubrimiento —dado a conocer en un estudio publicado el 18 de julio— afirman que fueron “sorprendidos enormemente” por el descubrimiento de lo que ellos llaman “Pandoravirus”. Se trata de virus que no tienen parentesco con los que ponen enfermos a las personas. La publicación fue hecha en la revista Science.


Estos Pandoravirus se distinguen por el tamaño de su genoma, que contiene entre 1900 a 2500 genes, mientras que el virus de la gripe, por ejemplo, apenas tiene diez. Otra comparación es con los seres humanos que disponen de 24 000 genes. El precedente récord observado en un virus era de 1200 genes.


Por lo general los virus no son considerados como formas de vida estrictamente hablando, pero para algunos investigadores, estos virus gigantes podrían clasificarse entre los organismos vivos. Uno de estos dos virus, “Pandoravirus salinus” fue descubierto en una capa sedimentaria a lo largo de las costas chilenas. El otro, “Pandoravirus dulcis” fue encontrado en el légamo de un charco en Melbourne (Australia).


Al observarlos en el microscopio, estas nuevas entidades parecen mucho más cercanas a las células vivas que los otros virus conocidos. Jean-Michel Claverie, profesor en la facultad de medicina de Aix-Marsella y Chantal Abergel, directora de investigaciones en el Centro Nacional de la Investigación Científica (CNRS, siglas en francés), explican que por la forma y la cantidad de genes que contienen los “ha obligado a pensar en la Caja de Pandora: abrir esta caja verdaderamente va romper los fundamentos de lo que se sabía sobre los virus hasta la fecha”.


“La ausencia de parecido de la mayoría de sus genes con otras formas de vida podría indicar que proceden de una línea de células primitivas totalmente diferente”, afirman estos científicos en su estudio. Los investigadores esperan que este descubrimiento permitirá de financiar otras investigaciones sobre el modo de funcionar de los Pandoravirus, lo que podría conducir a importantes innovaciones en materia biomédica y de la biotecnología. (Texto de TVFR y la traducción es mía).

martes, 2 de julio de 2013

Mi colección de íncipits



 Una vez me propuse recolectar los íncipits de novelas que más me gustaran.  Para que desaparezca la anfibología, se trata de los íncipits que más me gustaran, da la casualidad que aquellos que fui anotando procedían de novelas que también me habían gustado. Hay unos cortos, muy cortos como la frase que abre “La muerte de Artemio Cruz” de Carlos Fuentes: “Yo despierto…”. Sucede que este despertar es hacia la muerte, en la muerte, como este otro íncipits mexicano de Juan Rulfo: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”, esto lo dice el personaje ya enterrado. Pero nada nos anuncian de ello los íncipits mismos, lo descubriremos en el paso de la lectura.

La muerte también está presente en las primeras páginas de la novela del cubano José Lezama Lima, “Oppiano Licario”, que se inicia con una frase muy sencilla, “De noche la puerta quedaba casi abierta.” Sorprende esta sencillez si recordamos el abigarrado comienzo de “Paradiso”: “La mano de Baldovina separó los tules de la entrada del mosquitero, hurgó apretando suavemente como si fuese una esponja y no un niño de cinco años; abrió la camiseta y contempló todo el pecho del niño lleno de ronchas, de surcos de violenta coloración, y el pecho que se abultaba y se encogía como teniendo que hacer un potente esfuerzo para alcanzar un ritmo natural; abrió también la portañuela del ropón de dormir, y vio los muslos, los pequeños testículos llenos de ronchas que se iban agrandando, y al extender más aún las manos notó las piernas frías y temblorosas”. El punto marca el fin de este amontonamiento de pequeñas frases que abren la narración y que le ponen fin al íncipit.

Por supuesto que se puede discutir si es necesario que este último inicio abarque todas las frases, pero no existe realmente un criterio que lo prohíba, tampoco ninguno que nos indique qué es lo que entra en un íncipit. Creo que formalmente es el punto final la única señal. Poner o no un punto es opción del autor y creo que en estos asuntos siempre se debe uno guiar por este criterio.

Ignoro si alguien se ha dedicado a lo mismo y si ha encontrado la manera de clasificarlos, de ordenarlos, tal vez exista un estudio profundo y sistemático. Lo que yo me propuse era apenas colectar estos íncipits a la usanza de los que recogen “corcholatas”, “timbres”, “estatuitas de Buda”, etc. Y he ido desechando de mi colección algunos íncipits porque no me gustaban y no me daban pábulo para escribir algo. Resulta que hay algunos que han dado mucho que escribir e incluso que han suscitado hasta despiadadas polémicas y graves discusiones. Uno de estos es el de Lev Tolstoi en “Anna Karenina”, se los doy en mi traducción, no creo que difiera mucho de la que ya habrán leído en otras traducciones, pero no tengo ninguna: “Todas las familias felices se parecen unas a otras, cada familia desdichada, es desdichada a su manera”. Hace algunos años leí con mucho agrado unos comentarios de Víctor Shklovski, uno de los fundadores del formalismo ruso, esta lectura ya es ahora antigua. En los dos tomos que tengo en casa no aparece ese comentario, por lo menos no lo encontré en la hojeada que les di, fue un vistazo fugaz. Recuerdo también algo escrito por Mijaíl Bajtin, algunos le ponen tilde en la i, siguiendo la pronunciación francesa y no la rusa. Lo curioso es que en Wikipedia viene acentuado en ruso como si fuera una palabra aguda, mientras que en la lista de nombres le ponen también acento, pero esta vez como grave. En ruso no se ponen los acentos.

Me alejé del tema, no importa, siempre que me pongo a escribir tan libremente me voy como cabra al monte, voy siempre de orilla a orilla de la vereda. Volviendo a Tolstoi, su íncipit es un concentrado de su novela, no nos anuncia nada, no es una promesa narrativa, no obstante sabemos que nos va a contar la desdicha particular, propia de una familia, pero la banalidad de Stiva, su ligereza, su superficialidad y su “desdicha”, que es con lo que Lev Nikolaevich Tolstoi abre su relato, no nos deja entrever todo el drama que se va a presentar ante nosotros, el drama de esa mujer, de Anna Karenina, que va a enfrentar la hipocresía de su casta, de su medio y de la sociedad. Anna Karenina es una mujer íntegra, que quiere amar, que quiere ser una mujer en toda la extensión de la palabra. Su desdicha es profunda y trágica.

Quiero ahora volver a los íncipits en castellano, tal vez estos dos que voy a citar sean los más conocidos y al mismo tiempo los más comentados en el mundo. El primero es de Miguel de Cervantes en su “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, les dejo cierto tiempo para que le rememoren, que es algo muy sabroso repetirlo en voz alta para quienes lo saben de memoria. Tiene un ritmo de poema libre, de esos que ahora evitan la rima y que juegan con los acentos, bueno, ahora va la cita: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”.
Siempre, siempre que me repito en la mente estas iniciales palabras cervantinas, acuden a mí, a mi recuerdo los ceñudos y ceñidos pleitos del otro don Miguel con el autor de “Don Quijote”, me estoy refiriendo a mi don Miguel de Unamuno. En su “Vida de Don Quijote y Sancho” Unamuno empieza justamente señalando que nada de nada sabemos de la infancia y juventud del “Caballero de la Fe, del que nos hace con su locura cuerdos”, nada sabemos de su linaje. Instruye mucho ir leyendo o releyendo al Quijote con el libro de Unamuno al lado. Aunque sea para irnos peleando con el vasco, con este hombre cascarrabias y jovial, que departe con nosotros su cordura y sus locuras.

Recuerdo también ahora haber leído los análisis minuciosos y sabios de Américo Castro, pero eso fue ya hace mucho tiempo, durante mis estudios universitarios, desde entonces no los he vuelto a leer. No obstante recuerdo el detallado análisis de la dieta semanal del Quijote que hace este maestro y que viene en seguida del íncipit cervantino.

Sostienen algunos filólogos que el verbo “querer” juega aquí el papel de auxiliar y que  “no quiero acordarme” significa llanamente “no me acuerdo”. No sé por qué esta aclaración me le roba algo, es como si de alguna manera la omisión del nombre del pueblo no es producto de la discreción del narrador, sino que simplemente una fórmula de cuentos tradicionales, de muchos cuentos. Pero el olvido no tiene el mismo peso, ni valor que la opción de no querer nombrar. Uno se imagina las mil y una razón de este no querer acordarse. Bueno, “esta era una vez” tiene también su encanto
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El otro íncipit con el que voy a terminar esta pequeña muestra es el de “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.  El narrador del Quijote nada sabe de la infancia y mocedades de su héroe, mientras que el narrador de la obra colombiana es un sabedor de todos los detalles. Sabe hasta los recuerdos futuros de Aureliano Buendía de un hecho de su remota infancia. El narrador nos anuncia un falso fin de la novela y un hecho real que pronto descubriremos, dándole aún mayor certeza al fusilamiento que no tendrá lugar. No hay ningún lector que no haya caído en la trampa, todos nos ponemos a esperar el trágico y fatídico desenlace. Esta falsa profecía le entrega al narrador la fuerza épica de las antiguas leyendas, el tono no va a cambiar, ni tampoco nuestra confianza en sus palabras aún después de que descubrimos que nos ha engañado al anunciarnos la muerte fatal de Aureliano. Esta mentira inicial nos obliga a creer en el mundo fantástico que se abre paso en los capítulos que siguen. Al final, cuando el mundo narrado se destruye, nos damos cuenta que tanto el narrador como nosotros los lectores vivimos en otro mundo, un mundo sin nombre y tal vez ya sin historia o tal vez sin saber que tal vez nos toque repetir sin fin el mismo ciclo de guerras y muertes anunciadas.

martes, 7 de mayo de 2013

domingo, 31 de marzo de 2013

Saussure, por dónde empezar


Voy a copiar en francés la primera nota de Ferdinand de Saussure que fue publicada en el libro “Ecrits de linguistique générale” en nrf Editions Gallimard, París, 2002. Los editores son Simon Bouquet y Rudolf Engler. Sigue la traducción y un comentario. Esta primera nota lleva por título “Prefacio”:

1 Préface


 Il paraît impossible en fait de donner une prééminence à telle ou telle vérité de la linguistique, de manière à en faire le point de départ central : mais il y a cinq ou six vérités fondamentales qui sont tellement liées entre elles qu’on peut partir indifféremment de l’une ou de l’autre et qu’on arrivera logiquement à toutes les autres et a toute l’infime ramification des mêmes conséquences en partant de l’une quelconque d’entre elles.

            Par exemple, on peut se contenter uniquement de cette donnée :

            Il est faux (et impraticable) d’opposer la forme et le sens. Ce qui est juste en revanche c’est d’opposer la figure vocale d’une part, et la forme-sens de l’autre.

            En effet, quiconque poursuit rigoureusement cette idée arrive mathématiquement aux mêmes résultats que celui qui partira d’un principe en apparence très distant, par exemple :


            Il y a lieu de distinguer dans la langue les phénomènes internes ou de conscience et les phénomènes externes, directement saisissables.

 Doy esta versión provisoria de la primera nota manuscrita del lingüista ginebrino:

1 Prefacio

            “Parece imposible de hecho dar una preeminencia a tal o cual verdad de la lingüística, de manera que podamos hacer de ella el punto de partida central; pero hay cinco o seis verdades fundamentales que están ligadas entre sí, de tal manera que uno puede partir indiferentemente de una o de otra y se llegará lógicamente a todas las otras y a toda la ínfima ramificación de las mismas consecuencias partiendo de cualquiera de ellas.

            Por ejemplo, uno se puede limitar únicamente a este dato:

            Es falso (e impracticable) oponer la forma y el sentido. Al contrario lo que es justo oponer es la figura vocal de una parte y la forma-sentido de la otra.

            Efectivamente, si alguien persigue rigurosamente esta idea llega matemáticamente a los mismos resultados que aquel que parta de un principio en apariencia muy distante, por ejemplo:

            Cabe distinguir en una lengua los fenómenos internos o de conciencia y los fenómenos externos, directamente aprehensibles”.


Es imposible no darse cuenta que desde el momento en que esta nota fue escrita y el momento actual, los cambios terminológicos han sido drásticos. Esto paradójicamente ha sido el resultado del desarrollo de la misma lingüística saussureana. Por otro lado, muchos criticaron a los “editores” del “Curso de lingüística general”, Charles Bally y Albert Sechehaye, el punto de partida que adoptaron, no obstante esta primera nota demuestra que ellos fueron fieles al maestro ginebrino, pues en realidad el “Curso” propiamente dicho, la exposición de la nueva teoría realmente se inicia en el capítulo III, los dos primeros son generalidades preliminares que bien se pueden poner allí u omitirlas. Pero la exposiciónreal la inician justamente a partir de un principio o una de las “verdades fundamentales” de las que nos habla de Saussure en esta nota, verbi et gratia, la dualidad del objeto o si se prefiere el carácter dual del objeto de la lingüística. 

Me llaman la atención dos adverbios usados por de Saussure en este “Prefacio”, “lógicamente” y “matemáticamente”, pero no me sorprendieron, ambos se refieren a los efectos inexorables o necesarios que se desprenden de iniciar la exposición por una de esas “verdades fundamentales”. Ahora tal vez algunos dijeran “automáticamente”. En todo caso de lo que se trata es de un movimiento interior, propio del objeto mismo. Este arranque condiciona el resto de la exposición, cada paso prepara el siguiente y lo presupone. Si este inicio nos conduce lógicamentematemáticamente a los mismos efectos, a “las mismas consecuencias”, significa que este punto de partida de la exposición no es arbitrario, sino que necesario. Pues cuando se llega a examinar a partir de qué punto hay que iniciar la exposición de una ciencia, de una investigación, también esto significa que la investigación propiamente dicha ya está concluida y la tarea que se presenta no es la descripción de cada paso de la búsqueda, sino que la presentación de los resultados.

Saber por dónde es necesario iniciar la exposición significa haber despejado de la montaña de datos y materiales examinados, cuál es el hilo conductor del raciocinio llevado adelante y cuál es el movimiento mismo y propio de la materia estudiada. Muchos critican a los “editores” del “Curso” de no dejar aparecer las dudas y las vacilaciones del maestro ginebrino. Piensan que hubiese sido interesante, importante dejar aparecer en el “Curso” el momento de búsqueda, que no todo estaba acabado en la mente de Saussure.

Aquí tenemos un problema realmente filológico y lógico también. El primero se trata de averiguar: ¿si los materiales encontrados posteriormente, los que no estuvieron en las manos de Charles Bally y de Albert Sechehaye, desmienten las “verdades fundamentales” que aparecen en lo que muchos llaman la vulgata? ¿Si lo nuevo contradice los postulados en los que se basa el desarrollo de la exposición del “Curso” o si solo nos dan una apreciación del camino investigativo que está recorriendo Saussure durante esos años? Por el momento no aparece que lo nuevo venga a desmentir o contradecir fundamentalmente lo expuesto en el manual. Es posible que algunos aspectos se puedan ahora formular de otra manera. En realidad muchas cosas dichas en el “Curso” se han ido matizando, se han ido refinando y profundizando en el desarrollo de la lingüística saussureana.

Los editores de los “Ecrits de linguistique générale” (“Escritos de lingüística general”) nos dicen en su prefacio (pág. 9) que “su carácter menos categórico testimonia una observación como esta: “La dificultad que uno experimenta en anotar lo que es general en la lengua, en los signos de habla que constituyen el lenguaje, es el sentimiento que estos signos pertenecen a una ciencia mucho más vasta que no lo es la “ciencia del lenguaje.” O aun esto, de manera más radical: “Si hay realidades psicológicas, y si hay realidades fonológicas, ninguna de las dos series separadas no sería capaz de dar un instante nacimiento al menor hecho lingüístico. — Para que haya hecho lingüístico, es necesario la unión de las dos series, pero una unión de un género particular — del cual sería absolutamente vano de explorar en un solo instante los caracteres o decir de antemano en qué consistirá”. Las partes entrecomilladas de esta cita pertenecen a Saussure y vienen en las páginas 265 y 103 respectivamente de estos “Escritos”.

Sabemos tanto del “Curso” como por los mismos “Escritos” que Saussure pensaba en una ciencia general de los signos y de la que la lingüística formaría parte. No veo en que esto es menos categórico o en qué es más categórico el “Curso”. Pero incluso lo que ahora nosotros llamamos signos no corresponden a lo que Saussure llama aquí, en este pasaje, “signos”. Y justamente el segundo pasaje citado trae justamente una de esas “verdades fundamentales” de las que se puede partir para exponer la ciencia del lenguaje. Es decir, eso que cabe distinguir y que obligatoriamente no se pueden separar, que únicamente unidas constituyen un hecho lingüístico. Esto está retomado tal cual en el “Curso”. Incluso está retomado en sus vacilaciones terminológicas. Este es uno de los “defectos” más señalados con mayor recurrencia y tal vez con mayor justificación a los “editores” del manual.

Todo el curso, todos las discusiones posteriores alrededor del signo lingüístico giran precisamente en torno a esa “unión de género particular”, de su carácter. Esta unión de género particular es también la que caracteriza a esta otra “lengua y habla” y que proviene justamente o si se prefiere se engendra a partir de la unión estrecha, indisoluble del significante y del significado. Desentrañada la verdadera naturaleza de esa unión sui generis permite justamente evitar caer en una “filosofía del lenguaje”, a estas alturas, inútil y sin ningún interés. Que muchas cosas, en sus reflexiones, le parecieran a Saussure pertenecer aún a una filosofía del lenguaje no cabe duda. Pero su inquietud era precisamente fundar la ciencia del lenguaje.

Por otro lado, no creo justamente que se pueda lógicamente exponer la ciencia del lenguaje a partir de cualquier “verdad fundamental”. Hay una “verdad fundamental” que las contiene todas y a partir de la cual se pueden deducir “matemáticamente” las otras, esta verdad es la más abstracta y la más sencilla. Se trata del signo lingüístico, de la unión del significante y del significado. A partir de aquí podemos incluso llegar hasta los fundamentos de la ciencia general de los signos y señales, la semiología.   

 
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