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martes, 14 de agosto de 2012

Glosa sobre una traducción de un poema



Lo que voy a referir aquí viene provocado por una simple casualidad. Ayer por la noche, me puse a escuchar romances rusos por internet y encontré uno que compuso Mijail Ivanovich Glinka con letra de un poema de Alexander Serguiévich Púshkin. Ninguna de las interpretaciones me convenció. A partir de allí me puse a rememorar y volví a un poema de Púshkin, un poema corto, pero muy famoso, la fama en Rusia no supera su belleza. La intensidad del sentimiento expresado, su particular sonoridad, su ritmo, pero sobre todo la sencillez de toda la composición. Es tal vez el poema más conocido por los rusos, tal vez como algunos, entre nosotros, de Darío, de Bécquer o de Lorca.

Hice muchas tentativas por traducirlo. Pero traducir es más que traicionar, no obstante no todos pueden aprender el ruso, no todos podemos privarnos, aunque sea con enormes aproximaciones de tantos poetas extranjeros, como Tagore, Walt Whitman, Goethe, Dante, etc. Es por ello que debemos recurrir a ese puente tan maltrecho que es la traducción.

Hace dos años un amigo propuso en un Foro ruso-español hacer una traducción de ese poema de Púshkin,  proponía que aunáramos los esfuerzos y las tentativas. Fuimos pocos los que respondimos al llamado. Pero ninguna versión de las propuestas encontraba la aprobación de todos, algunas eran simplemente rechazadas sin mayores precauciones de urbanidad. Al final nos quedamos dos, el amigo que propuso y yo. No obstante entre nosotros lo común era que asumíamos el reto, pero no la concepción de la traducción. Existe en Rusia una tradición antigua y enraizada de permitirse amplia libertad con el original, dar más bien una versión propia a partir del original. Claro, cuando el traductor se llama Boris Pasternak o Samuil Marshak, uno no se atreve a ponerle reparos a esa tradición. Pero existen otras tradiciones tan nobles como a la que me refiero. Mi posición es bastante intermedia, no quiero decir conciliatoria, sino que admito que en ciertos casos, apegarse a la letra trae peores resultados que permitirse dar un rodeo, apartarse un poco.

En todo caso, mis traducciones fueron técnicas u orales en su gran mayoría. Traduje poetas sólo como un desafío y para consumo personal. He dado a conocer muy pocas, unas de la poeta Anna Ajmatova y otra de un poema de Boris Pasternak.

Hoy en Facebook entregué una versión del poema de Púshkin al que me he referido. Primero publiqué el texto original, prometiendo que alguna vez iba a dar mi propia traducción, un amigo me sugirió una traducción automática y otro con autoría. La primera quedó descartada de inmediato, la segunda a mi gusto trae demasiados antojos interpretativos que no conllevan un aporte poético particular. La transcribo aquí:

Yo la amé…

Yo la amé,
y ese amor tal vez,
está en mi alma todavía, quema mi pecho.
Pero confundirla más, no quiero.
Que no le traiga pena este amor mío.
Yo la amé. Sin esperanza, con locura.
Sin voz, por los celos consumido;
la amé, sin engaño, con ternura,
tanto, que ojalá lo quiera Dios,
y que otro, amor le tenga como el mío.


La versión es de Rubén Flórez Arcila. A continuación pongo mi versión con el original y la explicación de un desliz que he cometido en mi variante:

Я вас любил: любовь ещё, быть может,
В душе моей угасла не совсем;
Но пусть она вас больше не тревожит;
Я не хочу печалить вас ничем.
Я вас любил безмолвно, безнадежно,
То робостью, то ревностью томим;
Я вас любил так искренно, так нежно,
Как дай вам Бог любимой быть другим.

1829


La quise: el amor aún puede existir,
en mi alma no se ha extinguido del todo;
pero que ya no la angustie más;
no quiero entristecerla de ningún modo.
La quise taciturno, desesperadamente,
muerto ya de languidez, ya por los celos;
la quise tan sincero, tan tiernamente,
ojalá otro pueda amarla cómo la quise yo.

En esta versión interpreto de manera antojadiza los primeros versos, pues hago caso omiso de la coma y le doy otro sentido al "быть может", que es una manera invertida de "puede ser", con el significado de posibilidad; por mi parte le he dado en esta versión la calidad de existencia. Esto es una  apostasía. Pero en realidad he optado temporalmente por ello hasta que encuentre otra versión que contenga algo de ritmo, reproduciendo el sentido.

En todo caso reconozco que esta mi versión es patoja. La puse para mostrar lo apartado que anda en el sentido el colega Flórez Arcila.
A los dos primeros versos le he dado en otra versión esta forma:


La quise: el amor, quizás,  aún todavía
no se extinguió del todo en el alma mía;”


Presumo que se ve con facilidad la diferencia de forma y de sentido. En el tercer verso del original y de mi versión y que en la de Flórez Arcila resulta ser el cuarto, la palabra “тревожит” significa ‘angustiar’, tal vez ‘acongojar’ y en poco se puede acercar a ‘confundir’. Mi traducción no me complace, es de las que más renquea.


Como lo he repetido ya, he realizado varias versiones, algunas las quemé, otras las perdí. En los papeles en que encontré la versión que he puesto arriba, hay otra de ese tercer verso, cuya forma aisladamente me convence más:


“No quiero acongojarla con mi amor”

Pero ese verbo volitivo el poeta lo usa en el verso siguiente, de dejarlo en ambos produciría una bochornosa cacofonía. La dificultad es al mismo tiempo semántica y morfológica. Hay en ese verso una partícula (“пусть“) que expresa enfáticamente el deseo que lo enunciado en la frase se realice. Más o menos esto lo expresa nuestro “que” en frases como “que te vaya bien”, “que te diviertas”, “que te guste”, etc. Es la opción que he preferido. No obstante la dificultad se acrecienta también por el volumen sonoro del pronombre de la tercera persona. Amor en ruso es femenino y el pronombre femenino de la tercera persona tiene dos silabas como en castellano, pero en nuestra lengua el amor es masculino y nuestro pronombre tiene apenas una silaba. Pudiera parecer que le busco más pies al gato, pero no es así. Para darle el mismo volumen es necesario poner el sustantivo en vez del pronombre:

“Pero que mi amor no le dé más congojas”

Esta es otra variante, tal vez la mejor que he encontrado. Pero no es la mejor posible. Y tal vez busco lo imposible, pero en esto prefiero imitar a García Lorca:

“No podre quejarme
si no encontré lo que buscaba.”
 
Bueno, para redondear esto, voy a poner entero de nuevo el poema, remplazando algunos versos por los que he ido sugiriendo:

La quise: el amor, quizás,  aún todavía
no se extinguió del todo en el alma mía;
pero que mi amor no le dé más congojas;
no quiero entristecerla de ningún modo.
La quise taciturno, desesperadamente,
muerto ya de languidez, ya por los celos;
la quise tan sincero, tan tiernamente,
ojalá otro pueda amarla cómo la yo quise.


Completo esta nota con algo muy curioso. Algunos participantes rusos, del foro al que me he referido, sugirieron que no se usara el verbo “querer” pues les parece a ellos, siguiendo las connotaciones de su lengua, que este verbo es demasiado grosero, carnal. Esto no me sorprende, lo que me dejó boquiabierto es que algunos hablantes del castellano, tanto de América, como de España, coincidían en esto. Para expresar el amor ellos afirmaban que existe solo el verbo ‘amar’. Traté de disuadirlos dándoles ejemplos insignes de poetas españoles, como nuestros. Les di el ejemplo de un verso muy traído de Neruda, aquellos que se inician con “Puedo escribir los versos más tristes esta noche”:


“Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído”.

Pero tuve que recurrir definitivamente a un poeta español que expresa su amor de hombre hacia su Dios, el verbo para mostrar tan desencarnado amor que usa justamente es el verbo ‘querer’:


“No me mueve, mi Dios, para quererte 
el cielo que me tienes prometido, 
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.


Tú me mueves, Señor, muéveme el verte 
clavado en una cruz y escarnecido, 
muéveme ver tu cuerpo tan herido, 
muévenme tus afrentas y tu muerte.


Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, 
que aunque no hubiera cielo, yo te amara, 
y aunque no hubiera infierno, te temiera.


No me tienes que dar porque te quiera, 
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.







 
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