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jueves, 25 de junio de 2009

Etimología de fetiche

La lexicógrafa española María Moliner es muy escueta en su definición de la palabra fetiche, aunque la Academia tampoco se extiende mucho. Voy a copiar ambas definiciones, en las que van a constatar similitudes, pero también separaciones.

Moliner, nos da la siguiente etimología: (Fr. “fetiche”, lat. “facticius”; v. “HACER”). En la entrada de “HACER” nos da una lista de las palabras que provienen del latín ‘facere’. Respecto a la etimología el diccionario académico es mucho más parco, nos indica solamente su origen francés.
La definición del Diccionario del Uso del Español (DUE) de María Moliner dice: “Ídolo u objeto de cualquier clase a que rinden culto los salvajes. (V. “AMULETO).

La Academia nos dice: “Ídolo u objeto de culto al que se atribuye poderes sobrenaturales, especialmente entre los pueblos primitivos."

He tomado la definición de Moliner de la edición de 1988, la de la Academia es mucho más reciente, de 2001. Durante este lapso la palabra salvaje para designar a los pueblos primitivos a perdido terreno en el español de hoy. Es lo que explica la diferencia en el lenguaje. El detalle sobre “que se le atribuyen poderes sobrenaturales”, es tal vez el sema que realmente los diferencia. Pero esto es tal vez mera apariencia. Pues es de suponer que el DUE da implícito este detalle, pues al definir la palabra culto nos da los tres verbos que lo acompañan: dar, rendir, tributar y nos define la palabra: “Adoración”. Respeto, veneración y acatamiento tributados a Dios o a los dioses: ‘Rendían culto a Moloch’.”
En la actualidad la palabra se usa mucho en sentido figurado. La adoración de la que se habla no es obligatoriamente por razones sobrenaturales, pero al objeto se le atribuyen cualidades que realmente no posee. Es lo que sucede con algunas mercancías, cuya posesión piensan algunos cambia su personalidad, otorgándole un valor que sin ella no tiene. La publicidad se encarga de ello.
He redactado este pequeño artículo, pues hay muchos visitantes de Crátilo que vienen en busca de la etimología de la palabra fetiche.

viernes, 5 de junio de 2009

Variación VI

A la deriva como un navío sin velas, de los que en los puertos embarcan pálidas almas que no alcanzan la espesura del sollozo, a la deriva como la gaviota desgarrando su vuelo en el infortunio de la tormenta, a la deriva sintiendo ensangrentada en mis labios la raíz de un beso. Porque a veces en las calles también se puede naufragar entre los hombres, en silencio, sin que se oiga el zapateo atroz que los recuerdos arman al amontonarse en las sienes. En la sienes golpeando con sus aguijones, buscando la salida para no enfrentar la oscura página del olvido. Los recuerdos siempre buscan escapar del pasado. El asfalto también es azul oscuro en los ocasos y en las bocacalles, siempre a lo lejos, hay una nube que remeda olvidadas montañas. Hoy ando a la deriva en esta tarde sin vientos, sin nubes, sin pájaros espantados por rapaces, en esta tarde que deja acumularse en el pecho los alacranes del remordimiento.

Tan sencillo fuera si uno pudiera disfrazar los sentimientos como las niñas en los parques visten sus muñecas. Entonces los nervios se calzarían zapatillas y dejarían en algún rincón las botas, bailarían tal vez un vals o un minué amanerado. Pero cuando uno siente que los nervios están poblados de amor y las venas son sementeras ardientes, resulta estridente el silencio de los callejones. Y no hay nadie en los callejones, no hay sombras que atestigüen de tu presencia y la boca sabe que tendrá que torcerse de dolor por el fuego que se acumula en las raíces de los besos que mueren sin nacer.
 
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