Me he quedado quieto, sin pensar en nada, sintiendo apenas los pliegues de tu silencio. Me he abandonado a esta quietud dejando afuera el sentido de las cosas. El mundo se ha puesto mudo, transparente, confundido con el infinito azul del cielo. Todo ha quedado afuera. Estoy absorto ante este silencio tan lleno de vos. Me he despoblado hasta de mi último traspié y del más transido pero de mis angustias.
Persigo penetrar tu silencio. Sospecho que al ahondarme encontraré recónditos arcanos de tu ser. Llegar a ellos será purificarme. En el silencio no se camina a tientas como en las tinieblas. Necesito de ese callado y fino tacto que me oriente y me socorra cuando vaya más allá del umbral. ¿Y si por último, lo mejor es perderse, como se pierde fervorosa la mano en la caricia? Sí, perderme en tu silencio como en un laberinto, quedarme ahí, buscando las raíces de tu voz.
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