Lo que voy a referir aquí viene provocado por una simple casualidad. Ayer
por la noche, me puse a escuchar romances rusos por internet y encontré uno que
compuso Mijail Ivanovich Glinka con letra de un poema de Alexander
Serguiévich Púshkin. Ninguna de las interpretaciones me convenció. A partir de
allí me puse a rememorar y volví a un poema de Púshkin, un poema corto, pero
muy famoso, la fama en Rusia no supera su belleza. La intensidad del sentimiento
expresado, su particular sonoridad, su ritmo, pero sobre todo la sencillez de
toda la composición. Es tal vez el poema más conocido por los rusos, tal vez
como algunos, entre nosotros, de Darío, de Bécquer o de Lorca.
Hice muchas tentativas por traducirlo. Pero
traducir es más que traicionar, no obstante no todos pueden aprender el ruso,
no todos podemos privarnos, aunque sea con enormes aproximaciones de tantos
poetas extranjeros, como Tagore, Walt
Whitman, Goethe, Dante, etc. Es por ello que debemos recurrir a ese puente tan
maltrecho que es la traducción.
Hace dos años un amigo propuso en un Foro ruso-español hacer una traducción
de ese poema de Púshkin, proponía que
aunáramos los esfuerzos y las tentativas. Fuimos pocos los que respondimos al
llamado. Pero ninguna versión de las propuestas encontraba la aprobación de
todos, algunas eran simplemente rechazadas sin mayores precauciones de
urbanidad. Al final nos quedamos dos, el amigo que propuso y yo. No obstante
entre nosotros lo común era que asumíamos el reto, pero no la concepción de la
traducción. Existe en Rusia una tradición antigua y enraizada de permitirse
amplia libertad con el original, dar más bien una versión propia a partir del
original. Claro, cuando el traductor se llama Boris Pasternak o Samuil Marshak,
uno no se atreve a ponerle reparos a esa tradición. Pero existen otras
tradiciones tan nobles como a la que me refiero. Mi posición es bastante
intermedia, no quiero decir conciliatoria, sino que admito que en ciertos
casos, apegarse a la letra trae peores resultados que permitirse dar un rodeo,
apartarse un poco.
En todo caso, mis traducciones fueron técnicas u orales en su gran mayoría.
Traduje poetas sólo como un desafío y para consumo personal. He dado a conocer
muy pocas, unas de la poeta Anna Ajmatova y otra de un poema de Boris
Pasternak.
Hoy en Facebook entregué una versión del poema de Púshkin al que me he
referido. Primero publiqué el texto original, prometiendo que alguna vez iba a
dar mi propia traducción, un amigo me sugirió una traducción automática y otro
con autoría. La primera quedó descartada de inmediato, la segunda a mi gusto
trae demasiados antojos interpretativos que no conllevan un aporte poético
particular. La transcribo aquí:
está en mi alma todavía, quema mi
pecho.
Pero confundirla más, no quiero.
Que no le traiga pena este amor mío.
Yo la amé. Sin esperanza, con
locura.
Sin voz, por los celos consumido;
la amé, sin engaño, con ternura,
tanto, que ojalá lo quiera Dios,
y que otro, amor le tenga como el
mío.
La versión es de Rubén Flórez Arcila. A continuación pongo mi versión con el
original y la explicación de un desliz que he cometido en mi variante:
Я вас любил: любовь ещё, быть может,
В душе моей угасла не совсем;
Но пусть она вас больше не тревожит;
Я не хочу печалить вас ничем.
Я вас любил безмолвно, безнадежно,
То робостью, то ревностью томим;
Я вас любил так искренно, так нежно,
Как дай вам Бог любимой быть другим.
La quise: el amor aún puede existir,
en mi alma no se ha extinguido del todo;
pero que ya no la angustie más;
no quiero entristecerla de ningún modo.
La quise taciturno, desesperadamente,
muerto ya de languidez, ya por los celos;
la quise tan sincero, tan tiernamente,
ojalá otro pueda amarla cómo la quise yo.
En esta versión interpreto de manera antojadiza los
primeros versos, pues hago caso omiso de la coma y le doy otro sentido al
"быть может", que es una manera invertida de "puede ser", con el
significado de posibilidad; por mi parte le he dado en esta versión la calidad
de existencia. Esto es una apostasía. Pero en realidad he optado
temporalmente por ello hasta que encuentre otra versión que contenga algo de ritmo,
reproduciendo el sentido.
En todo caso reconozco
que esta mi versión es patoja. La puse para mostrar lo apartado que anda en el
sentido el colega Flórez Arcila.
A los dos primeros
versos le he dado en otra versión esta forma:
“La quise: el amor, quizás, aún todavía
no se extinguió del todo en el
alma mía;”
Presumo que se ve con
facilidad la diferencia de forma y de sentido. En el tercer verso del original
y de mi versión y que en la de Flórez Arcila resulta ser el cuarto, la palabra “тревожит” significa ‘angustiar’, tal vez ‘acongojar’ y en poco se
puede acercar a ‘confundir’. Mi traducción no me complace, es de las que más
renquea.
Como lo he repetido ya,
he realizado varias versiones, algunas las quemé, otras las perdí. En los
papeles en que encontré la versión que he puesto arriba, hay otra de ese tercer
verso, cuya forma aisladamente me convence más:
“No quiero acongojarla con mi amor”
Pero ese verbo volitivo el poeta lo usa en el verso siguiente, de dejarlo
en ambos produciría una bochornosa cacofonía. La dificultad es al mismo tiempo
semántica y morfológica. Hay en ese verso una partícula (“пусть“) que expresa enfáticamente
el deseo que lo enunciado en la frase se realice. Más o menos esto lo expresa
nuestro “que” en frases como “que te vaya bien”, “que te diviertas”, “que te
guste”, etc. Es la opción que he preferido. No obstante la dificultad se
acrecienta también por el volumen sonoro del pronombre de la tercera persona.
Amor en ruso es femenino y el pronombre femenino de la tercera persona tiene
dos silabas como en castellano, pero en nuestra lengua el amor es masculino y
nuestro pronombre tiene apenas una silaba. Pudiera parecer que le busco más
pies al gato, pero no es así. Para darle el mismo volumen es necesario poner el
sustantivo en vez del pronombre:
“Pero que mi amor no le dé más congojas”
Esta es otra variante, tal vez la mejor que he encontrado. Pero no es la
mejor posible. Y tal vez busco lo imposible, pero en esto prefiero imitar a
García Lorca:
si no encontré lo que buscaba.”
Bueno, para redondear esto, voy a poner entero de nuevo el poema,
remplazando algunos versos por los que he ido sugiriendo:
“La quise: el amor,
quizás, aún todavía
no se extinguió del todo en el alma mía;
pero que mi amor no le dé más congojas;
no quiero entristecerla de ningún modo.
La quise taciturno, desesperadamente,
muerto ya de languidez, ya por los celos;
la quise tan sincero, tan tiernamente,
ojalá otro pueda amarla cómo la yo quise.
Completo esta nota con algo muy curioso. Algunos participantes rusos, del
foro al que me he referido, sugirieron que no se usara el verbo “querer” pues
les parece a ellos, siguiendo las connotaciones de su lengua, que este verbo es
demasiado grosero, carnal. Esto no me sorprende, lo que me dejó boquiabierto es
que algunos hablantes del castellano, tanto de América, como de España,
coincidían en esto. Para expresar el amor ellos afirmaban que existe solo el
verbo ‘amar’. Traté de disuadirlos dándoles ejemplos insignes de poetas españoles,
como nuestros. Les di el ejemplo de un verso muy traído de Neruda, aquellos que
se inician con “Puedo escribir los versos más tristes esta noche”:
“Ya no la
quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído”.
Pero tuve
que recurrir definitivamente a un poeta español que expresa su amor de hombre
hacia su Dios, el verbo para mostrar tan desencarnado amor que usa justamente
es el verbo ‘querer’:
“No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me
tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.