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martes, 16 de diciembre de 2008

Variaciones VII

La monotonía de la lluvia padece de la fugaz perseverancia de las gotas que comprimen el tiempo. Y la eternidad parece a veces prisionera de los charcos. Nunca te he visto ceñida por la lluvia, esculpida de agua tu figura, tu recio muslo resistiendo al naufragio hacia adelante, a cada paso. Pero sé que ante la lluvia tu seda azul bastaría para que cada instante se extraviara de su propia repetición, de la oscura existencia vertical de las gotas lloviznadas finamente por la tarde. Los charcos, siempre han querido ser espejos, disimulan su destino de abiertas fauces, hambrientas de la límpida blancura de tus pies descalzos. Porque los charcos no se conforman de su falso destino de falsos espejos, sueñan que tu paso los ilumine para que cada gota disfrute del destello de tu piel y que el fango sea un labio suave que guarde la huella y el recuerdo.

La lluvia cambia de rostros, sus tormentosos avatares persiguen la sorpresa, miente, mi niña, miente, cuando se presenta como fino manto que quiere envolverte. La lluvia también quiere robarte, llevarte lejos. ¿No sentís acaso que en cada gota esconde un beso? La lluvia te ciñe más fuerte que el viento. Prefiero que te escondás en los almanaques, porque el tiempo, al fin de cuentas, no miente cuando se viste de círculo y te aprieta la cintura y te roba.

4 comentarios:

  1. Que hermoso!

    Carlos esta variación me ha gustado mucho. Ahora contanos... ¿quien es tu musa de muslos recios? Esto que has escrito me parece precioso. La prosa te sienta muy, muy bien.

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  2. Gloria:

    Es siempre la misma, la de los pájaros...

    Me agrada mucho que mi prosa te guste.

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  3. Valla uno a saber, desafortunadamente mi amigo, no se quien es la de los pajaros, pero sin duda el efecto que causa en vos no deleita a muchos.

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  4. Gloria:

    En febrero de este año me dejaste un comentario, uno de tus primeros, abajo de "Toda vos te quiero".

    Te volvés infinita en tus brazos que se abren

    de par en par

    para que salgan

    de tu pecho

    todos los pájaros de la tierra.



    Mi amiga, ves, me acuerdo de tu llegada a este espacio.

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