“Lo que se quiere decir” es un concepto particular de la Lingüística, pues
se hace siempre referencia sin determinar claramente su estatuto entre el resto
de ellos. “Lo que se quiere decir” precede al habla y por consiguiente podemos
considerar su modo de existir como una virtualidad y además amorfo desde el
punto de vista lingüístico. Se trata pues de una potencialidad, de una
intensión, de un estado de consciencia, pero todas estas características lo
ponen afuera del lenguaje y no obstante sin su existencia previa es imposible
poner en movimiento todo el sistema lingüístico: “lo que se quiere decir” cobra
forma y sentido una vez que el locutor ha escogido dentro de las virtualidades
lingüísticas lo que mejor se acomoda a su deseo.
Este proceso de puesta en correlación de “lo que se quiere decir” y las
formas lingüísticas puede tener momentos
reflexivos y momentos inconscientes, automáticos. En ambos momentos,
reflexivos y automáticos, tienen lugar
en los diferentes niveles del sistema lingüístico: el fonológico, morfológico,
sintáctico y semántico. Es evidente que el momento más automático e
inconsciente es el que funciona (por decirlo así) en el nivel fonológico y el
más reflexivo en el nivel semántico. La capacidad lingüística permite que los
niveles morfológico y sintáctico sean más o menos (mayor o menormente)
automáticos.
El enunciado se debe considerar como el producto de la puesta en forma de
“lo que se quiere decir”. De alguna manera el contenido del enunciado es
justamente “lo que quiere decir” el emisor y lo que busca precisamente entender
el receptor. Además hay que considerar que este concepto justifica "el punto
de vista” a partir del cual se considera el lenguaje, como un instrumento de
comunicación o por lo menos su función primordial. Y esto también nos indica
que “el punto de vista” no es una actitud subjetiva, arbitraria, antojadiza,
sino que se desprende del uso que se le da al lenguaje como medio para hacer
efectiva la voluntad del hablante, la de comunicar “lo que quiere decir”. El
punto de vista a partir del cual se analiza y se estudia el lenguaje es su
función propia, interna, la que le corresponde en propio.
Como acabamos de decirlo “lo que se quiere decir” tiene un modo de existir
particular, es decir antes de existir como enunciado es potencial y amorfo, es
una simple intención, un estado de consciencia. Sólo al entrar en el ámbito del
lenguaje, su existencia real, su devenir le confiere además de una forma
determinada y un contenido también determinado, y al ser enunciado entra en el
habla y aquí recibe una existencia concreta, aunque efímera. Este concepto central
es el que sostiene la función del lenguaje. Todo el funcionamiento del lenguaje
está destinado a darle forma y contenido precisamente a “lo que se quieren
decir” los hablantes de una lengua dada. Esto significa recurrir a la gramática
y por supuesto a la semántica. Al considerar el lenguaje tomando en cuenta su
función comunicativa, que consiste en la puesta en forma y darle contenido al
enunciado, podemos concluir los aspectos unitarios de la lengua y el habla. Las
formas generales cobran concreción en el enunciado.
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