Carlos Abrego
En España acaba de
salir a luz una novela que cuenta las aventuras y tribulaciones de una muchacha
salvadoreña, una cipota soñadora e inquieta que se va a Europa esperando
encontrar el maravilloso mundo de Alicia. La novela tiene un hermoso título, “El fiel reflejo de la nada” y su autora
es Patricia C. Beltrán que nos
entrega aquí su primera novela. La obra recoge la historia real de una
compatriota, pero el relato no es la mera transcripción de una experiencia, ni
una crónica periodística, se trata realmente de una novela.
Desde el encuentro en
el Flor Blanca con un guitarrista de Alejandro Sanz su vida va a cambiar, la
ponzoña aventurera se va a despertar en Valentina y su deseo de descubrir el
viejo mundo europeo se va a apoderar de ella. Su vida de estudiante de derecho,
su acobijada vida familiar se le vuelven estrechas, necesita desplegar sus
alas, la semilla de trotamundos que muchos llevamos adentro germinó brotes que
crecieron exuberantes en la inconsciente cabeza de Valentina. De un arranque y
sirviéndose de su capacidad de doblegar la voluntad de su padre consigue viajar
a Madrid. Claro que no va a la simple aventura, se ha inscrito en la
universidad de Alcalá de Henares y desde entonces le van sucediendo
insospechadas sorpresas. Pero las va salvando cada una con suerte, con cierta
candidez. El mundo se le ha anchado y Valentina se siente capaz de apropiárselo
todo. Su regla de conducta es dejarse ir, sin miedo, va al encuentro del primer
llamado, no se cuestiona, no duda, no puede plantearse en ningún momento que en
su enmarañado trajinar puede haber cierta vez alguna fatídica trampa. Se va a
Barcelona rendida por un argumento certero:
“—Llevas más de un
año en España y no te has movido de Madrid. ¿No querías conocer Europa?”
Se trata entonces
apenas de un fin de semana, pero luego se cambia a vivir a la capital catalana y hace todo lo posible
por seguir allí sus estudios. En Madrid, Valentina había podido vivir y
sobrevivir, había conseguido trabajos relativamente cómodos y adaptados a sus
estudios y además los había obtenido con relativa facilidad, ayudada tal vez
por su encanto y su belleza.
Una vez instalada en
Barcelona el torbellino de su vida la arrastra fatídicamente a embrollarse y
maniatarse hasta caer en la temida trampa. No voy a contar el fin de la novela,
no es porque el desenlace sea detectivesco, sino que siempre es mejor
descubrirlo con sus propios ojos, guiados en esto por el escritor.
Hay que celebrar la
opción de Patricia C. Beltrán; pudo escoger folclorizar
el lenguaje multiplicando o adoptando artificialmente el modo de hablar de los
salvadoreños, pero eligió su versión, su propio lenguaje. Es cierto que por
allí va salpicando con algunas palabras y giros salvadoreños como para
recordarle al lector que su personaje es una muchacha salvadoreña. El relato es
en primera persona, lo que no permite grandes acotaciones, sino al contrario ir
siempre al grano, a veces de manera abrupta, remedando en esto el mismo carácter
irreflexivo de la protagonista.
Se me acumulan ahora
muchos adjetivos para definir el estilo de Patricia C. Beltrán, pero ninguno me
da entera satisfacción, porque a veces es vertiginoso, imponiendo un ritmo a la
acción, al mismo tiempo que se detiene igualmente en los detalles, busca a
veces con cierta minucia el verbo, el adjetivo que mejor se acomode al momento
de la historia. Podría también decir que su estilo es despejado, sencillo y sin
adornos, lo que le da al todo una agilidad que se presta al natural
amontonamiento de las aventuras de Valentina. Esta sencillez estilística es
depurada, pues cuando es menester recurrir al adorno lo hace sin olvidar la
parquedad. Logra con esto que el lector también caiga atrapado por la historia,
uno queda subyugado, curioso, desea permanecer con Valentina hasta el final. La
lectura se va deslizando sin estorbos, sin necesidad de volver atrás, ni mucho
menos saltarse hacia adelante, cada momento de la narración está donde debe estar
y aunque a veces uno desea entrar y decirle a Valentina, por favor, niña,
recapacita, dale tiempo a tus atribuladas aventuras. Esto es prueba de que uno
ha caído también en la “trampa”, uno se siente parte, uno no puede dejar sola a
Valentina. Uno se da cuenta también que el mundo tal cual está hecho, está
malhecho para ingenuas muchachas que quieren conocerlo sin presentimientos, sin
angustias, con la candidez de la primera mirada.
Espero que esta
novela española se vuelva a través de sus futuros lectores en salvadoreña,
espero pues que les haya dado ganas de conocer a Valentina.