lunes, 14 de julio de 2008
Una noche en mi vida
Como si fuera una puerta
que basta con empujarla para abrirse el paso
a toda la extensión del silencio,
la noche fue apretando sus cargados brazos
sobre el cansancio de mis ojos
y sentí que si los cerraba
entraría al escabroso mundo de tu ausencia.
Tan fácil era caer en las fauces del olvido,
tan fácil perder el rumbo y volver al pasado.
Fue una noche de brisas,
de lentos vaivenes en las copas de los árboles
y de pasos que se alejaban del destino.
Sobre el lecho mi cuerpo
perdía consistencia y mis venas parecían largos corredores vacíos.
Los nervios como sonámbulos vigías
alargaban lentos sus repetidas rondas.
La lejanía era un amenazante cuchillo
dispuesto a desgarrar la indefensa piel de la noche
y cubrirme de horas solitarias y siniestras.
Boca arriba, paralizado, clavado como a una cruz,
condenado a sentir la espera como una alargada melcocha
pegajosa y quebradiza, agrietada de eternidad.
Imposible cerrar los ojos para escaparme
hacia lo oscuro y buscar en el trasfondo aunque fuera la sombra de tus pasos.
Era una noche en mi vida,
noche copiosa de alarmados sentimientos de abandono.
Mis manos paralizadas, inertes, incapaces de esbozar
el contorno más tenue de tu presencia.
Era una noche preñada de imposibles.
Y fue de pronto,
desde el fondo, desde algún rincón apartado de la memoria
surgió el claro sonido de tu voz
y mi infidencia nocturna se escabulló en galope
hacia el abismo donde se gestan los milagros.
Apareciste angelical
convirtiendo en luz el atascado mundo de mis venas
y le diste repentinos impulsos a mis nervios
que descubrieron sorprendidos la espesura de la caricia.
La noche se llenó de súbita plata
y felina la luna sobre las copas de los árboles
fingió tu paso cuando alegre le da ritmo a nuestra vida.
12/13 de Julio de 2008.
jueves, 3 de julio de 2008
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