La tarde lenta se extendió  sobre el  horizonte,
acogedora te ofreció su hombro
y reclinaste tu cabeza anunciando
con tus cabellos negra la llegada de la noche.
En oleadas acudieron los pájaros a vestir
las onduladas formas de tu cuerpo
y  tuvo el horizonte la belleza 
que el astro se esmeró en darle,
alargando el espectro de la sangre.
La tarde midió de nuevo sus pasos,
tomó tus manos y se quiso eterna.
  

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