Lo
que voy a referir tuvo lugar hace ya algunas décadas, el hecho se gravó en mi
memoria por razones casi profesionales. Siempre tuve desde mis años
universitarios un interés particular por los problemas semánticos que no podía
desligar con el resto de aspectos del lenguaje, comenzando por los problemas
generales que plantea determinar el signo lingüístico. Tuve desde temprano
afición también por la fonología en tanto que parte de la lingüística que trata
de un momento del lenguaje que se despega justamente de la semántica, pues sus
unidades tienen eso de particular de pertenecer al lenguaje únicamente como
sostén material de todo el edificio lingüístico.
Pero
voy a tratar de ir al grano sin perderme en los vericuetos de todos los
problemas que se asoman siempre al abordar cada uno de los aspectos del
lenguaje. Resulta que cada uno de nosotros tiene su propio diccionario personal
que no coincide para nada con el diccionario que editan los lexicógrafos, ellos
por un lado tratan de abarcar mucho más que de lo que un individuo puede
retener en su memoria y sobre todo que ellos hacen figurar en sus entradas los
significados, es decir la parte abstracta de las palabras. Se trata de lo
general, desean alcanzar la totalidad. Nuestros diccionarios personales por el
contrario no pueden nunca alcanzar la totalidad, ni siquiera acercarnos, pero
tienen una ventaja, nuestras “entradas” siempre son concretas, se trata de
significaciones, es decir siempre aparecen dentro de un acto de habla concreto.
En
mi diccionario personal de los años setenta la palabra “prolijo” no abarcaba
todo lo que aparece en los diccionarios, tal vez por razones de pertenencia a un
área determinada, en todo caso en mi uso predominaba una sola significación,
que es la primera entrada en los diccionarios. Anoto de pasada que esta palabra
no era muy activa en mi vocabulario, aunque si la pronunciaba y la escribía de
vez en cuando. Conocí en esos años a dos personas en cuyo vocabulario esta
palabra era mucho más frecuente, una de ellas era una profesora chilena de
Santiago y el otro era un poeta y escritor uruguayo de Montevideo, pero en su
uso la significación era prioritariamente la segunda entrada de los
diccionarios.
Lo
curioso es que cuando los oía pronunciar esta palabra con esa significación
entendía perfectamente sus enunciados. Es necesario señalar que la polisemia
existe siempre fuera de los enunciados, pertenece al ámbito de los
diccionarios, pero no de los actos del habla, en ellos las palabras se acomodan
perfectamente a la significación que cada hablante les imprime acorde con lo
que quiere decir. El contexto me ayudaba siempre a comprender. No obstante no
dejaba de sorprenderme ese uso, siempre me dejaba en mi “sentimiento”
lingüístico cierto malestar. Una vez que conversaba con la profesora chilena en
el Campus de la Universidad Hebrea de Jerusalén le referí esto mismo. Ella
también quedó presa de la sorpresa, me dijo que para ella “prolijo” tenía sólo
una significación: “algo realizado con esmero, con mucho cuidado”. Me dijo que
iba a consultar el diccionario.
Al
día siguiente me buscó para decirme que yo tenía razón, que el primer
significado que daba el diccionario académico era el que yo usaba: “Largo,
dilatado con exceso”. En realidad no se trataba de tener razón, simplemente que
existen dos palabras distintas, una se usa en contextos determinados y la otra
en otros. Existe en los diccionarios otro significado que ni ella, ni yo usábamos,
ni usamos, “impertinente,
pesado, molesto”. Lo que es cierto es que ni ella, ni el
uruguayo, ni yo cambiamos nuestros usos. Nunca hasta ahora he usado “prolijo”
para referirme a algo que está hecho con cuidado y esmero. Hay algo que me ha
llamado la atención, el académico Julio Casares en su diccionario “Ideológico”
anota en la primera y en la segunda significación un detalle, un matiz que ni
en mi uso, ni en el uso de los sudamericanos nunca sentí, para el primero
Casares dice “largo, extenso y dilatado con
exceso” y en el segundo agrega “demasiadamente
cuidadoso o esmerado”. Esa demasía o ese exceso no aparecen en mi diccionario
personal. Este matiz existe realmente entre los clásicos al referirse ya sea a
sus propios relatos o al camino recorrido, aunque no siempre sea obligatorio
interpretar de esa manera.
María
Moliner también anota en sus definiciones “demasiado extenso / demasiado
detallado” y “demasiado cuidadoso o esmerado”. María Moliner introduce en su
diccionario como segunda entrada “pesado (aplicado a cualquier trabajo)". En los
otros diccionarios significados próximos a éste aparecen en el tercer lugar.
Entre 1400 a 1550 en buena parte de
los ejemplos que nos ofrece la base de datos ACORDE de la Academia, los autores
dejan de contar, de enumerar para no ser muy prolijos o simplemente prolijos.
Les cito un pasaje bastante particular y divertido con un dejo muy moderno: “No he puesto
aquí sus desemejadas y feas facciones, sus monstruosos cuerpos y diferencias de
vestidos por no ser prolijo. Cada
uno podrá pensar, según los nombres, qué tales podían tener los gestos, los
vestidos y los hechos”. Figura este pasaje en “Peregrinación de la vida del
hombre” de Pedro Hernández de Villaumbrales. Era pues un tópico, como en este
pasaje el autor no ha puesto algo para no ser prolijo. En esos años y en
particular en nuestro autor el antónimo es breve: “Magnífica Muerte, porque me
parece que tienes ya el pie en el estribo y que ya quieres volver la rienda a
tu venenosa sierpe, seré breve en mi
decir, puesto que muy prolijo
quisiera ser, pues había razón y causa por ello”.
Pero en este último pasaje el tópico se ha
invertido y el narrador afirma su frustrado deseo de ser prolijo. Voy a anotar por último un detalle, el amigo uruguayo
tenía la costumbre de usar la palabra en su forma diminutiva: “prolijito”. He
pensado que en la significación de mi área es imposible hacerlo, algo extenso,
dilatado se deja muy difícilmente disminuir, pero algo que se ha hecho con
esmero si se puede tratar con cierto afecto, por ejemplo unas “notas muy
prolijitas” que pueden servir para más tarde con toda comodidad. Para no ser
demasiado extenso, termino aquí no sin dejar la promesa de volver sobre el
tema.